24 dic 2012

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Con los mejores deseos 4



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Te invitamos a ver la animación que hicimos en Editopia para desearte ¡Feliz 2013! 

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20 dic 2012

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Con los mejores deseos 3

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Navidad en verano de Félix Luna y Ariel Ramírez           

Mi navidad está metida en el verano
no tiene pino ni la nieve le da luces.
Mi navidad con el calor va de la mano
y un dulce olor a sidra y a pan dulce.

Paz a todos los hombres,
paz en la tierra.
En mi tierra caliente
y en la que nieva.


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13 dic 2012

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Con los mejores deseos 2


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EL CUENTO DE NAVIDAD DE AUGGIE WREN de Paul Auster

Le oí este cuento a Auggie Wren.
Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre.
Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó.

Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años.
Él trabaja detrás del mostrador de un estanco en la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo.
Durante mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren.
Era el extraño hombrecito que llevaba una sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de Washington, y nada más.

Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando casualmente tropezó con la reseña de un libro mío.
Supo que era yo porque la reseña iba acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros.
Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona distinguida.
A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero resultó que Auggie se consideraba un artista.
Ahora que había descubierto el secreto de quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada.
A decir verdad, a mí me resultaba bastante embarazoso.
Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en que me preguntó si estaría yo dispuesto a ver sus fotografías.
Dado su entusiasmo y buena voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle.

Dios sabe qué esperaba yo.
Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente.
En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos.
Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla.
Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista.
El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías.
Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una.

Mientras hojeaba los álbumes y empezaba a estudiar la obra de Auggie, no sabía qué pensar.
Mi primera impresión fue que se trataba de la cosa más extraña y desconcertante que había visto nunca.
Todas las fotografías eran iguales.
Todo el proyecto era un curioso ataque de repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un implacable delirio de imágenes redundantes.
No se me ocurría qué podía decirle a Auggie; así que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación.
Auggie parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo llevaba ya varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo:

— Vas demasiado deprisa.
Nunca lo entenderás si no vas más despacio.

Tenía razón, por supuesto.
Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada.
Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente.
Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones.
Finalmente pude detectar sutiles diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los sábados y los domingos).
Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie.

Una vez que llegué a conocerles, empecé a estudiar sus posturas, la diferencia en su porte de una mañana a la siguiente, tratando de descubrir sus estados de ánimo por estos indicios superficiales, como si pudiera imaginar historias para ellos, como si pudiera penetrar en los invisibles dramas encerrados dentro de sus cuerpos.
Cogí otro álbum.
Ya no estaba aburrido ni desconcertado como al principio.
Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había elegido para sí.
Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo con gusto.
Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar un verso de Shakespeare.

— Mañana y mañana y mañana — murmuró entre dientes —, el tiempo avanza con pasos menudos y cautelosos.

Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Eso fue hace más de dos mil fotografías.
Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su cámara y empezado a hacer fotos.
Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía estoy esforzándome por entenderla.

A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad.
Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría.
En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico.
¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté.
¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo?

Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad.
Las propias palabras "cuento de Navidad" tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza.
Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así.
Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental?
Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja.
Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.

No conseguía nada.
El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza.
Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre.
Me preguntó cómo estaba.
Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.

— ¿Un cuento de Navidad? — dijo él cuando yo hube terminado.
¿Sólo es eso?

Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca.
Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad.

Fuimos a Jack's, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes.
Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.

— Fue en el verano del setenta y dos — dijo.
Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda.
Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético.
Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable.
Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi.
Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar.
Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la avenida Atlantic.
Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié.
Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.

Resultó que era su cartera.
No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con tres o cuatro fotografías.
Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara.
Tenía su nombre y dirección en el carnet, pero me dio pena.
No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él.
Robert Goodwin. Así se llamaba.
Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela.
En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara.
No tuve valor.
Me figuré que probablemente era drogadicto.
Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo?
Así que me quedé con la cartera.
De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto.
Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer.
Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes.
Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina.
Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.

La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas.
Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio.
Allí todo parece igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio.
Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre.
No pasa nada.
Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme.
Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies.
Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.

— ¿Eres tú, Robert? — dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.

Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.

— Sabía que vendrías, Robert — dice —.
Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.

Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.

Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes?
Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.

— Está bien, abuela Ethel — dije.
— He vuelto para verte el día de Navidad.

No me preguntes por qué lo hice.
No tengo ni idea.
Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé.
Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella.
No llegué a decirle que era su nieto.
No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía.
Sin embargo, no estaba intentando engañarla.
Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas.
Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert.
Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto.
Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.

Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos.
Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa?
Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía.
Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos.

— Eso es estupendo, Robert — decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo.Siempre supe que las cosas te saldrían bien.

Al cabo de un rato, empecé a tener hambre.
No parecía haber mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas.
Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas.
Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente.
Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas.
Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo.
Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro.
Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.

Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de seis o siete cámaras.
De treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad.
Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente.
Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí.
Así de sencillo.
Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.

No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca.
Demasiado Chianti, supongo.
Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé.
No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme.
Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui.
Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento.
Y ése es el final de la historia.

— ¿Volviste alguna vez? — le pregunté.

— Una sola — contestó.
Unos tres o cuatro meses después.
Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún.
Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí.
No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.

— Probablemente había muerto.

— Sí, probablemente.

— Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.

— Supongo que sí.
Nunca se me había ocurrido pensarlo.

— Fue una buena obra, Auggie.
Hiciste algo muy bonito por ella.

— Le mentí y luego le robé.
No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.

— La hiciste feliz.Y además la cámara era robada.
No es como si la persona a quien se la quitaste fuese su verdadero propietario.

— Todo por el arte, ¿eh, Paul?

— Yo no diría eso.
Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.

— Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no?

— Sí — dije —.
Supongo que sí.

Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara.

Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia.
Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría.
Me había embaucado, y eso era lo único que importaba.
Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.

— Eres un as, Auggie — dije.

— Gracias por ayudarme.

— Siempre que quieras — contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos.
Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres?

— Supongo que estoy en deuda contigo.

— No, no.
Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.

— Excepto el almuerzo.

— Eso es.
Excepto el almuerzo.

Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta.


22 nov 2012

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Building Blocks Library 4




Matsuka Phonics Institute editó esta Building Block Library junto con Scientific Education Group. Los 10 niveles acompañan el aprendizaje de los alumnos con lecturas que se complejizan, basándose en los cimientos del nivel anterior. Los primeros niveles son para los estudiantes que comienzan a leer. Los siguientes niveles incorporan vocabulario y aumentan gradualmente la cantidad de palabras. Todos los niveles están acompañados por un CD con los audios.
Estas palabras de Glenn McDougall, el autor de la serie, sintetizan el concepto del nombre de la colección y el modo en el que se concibió la serie: “Si las palabras claves son los ladrillos, el cemento y el acero son el lenguaje y la gramática controlados. MPI y SEG presentan un plan detallado y estructuras gramaticales apropiadas para cada nivel. Cada edificio necesita un plan, y el plan del arquitecto para nuestro edificio son las bases de nuestra serie”. 

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15 nov 2012

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Building Blocks Library 3




Aprender un nuevo idioma puede ser un logro gratificante. La colección de Building Blocks Library está dirigida a alumnos de origen asiático en los diferentes niveles de escolarización. La oposición del sistema alfabético y el no-alfabético puede dificultar el aprendizaje de un segundo idioma. Estos libros educativos son muy entretenidos, y además de tener ilustraciones atractivas, se recurrió a la creación de un grupo de cinco amigos que crecen a medida que avanzan los niveles, acompañando el desarrollo de los lectores. Los personajes tiene divertidas aventuras, características de cada rango etario. De este modo, los estudiantes se sienten identificados y logran incorporar el idioma de una manera eficiente y agradable. Un equipo de reconocidos ilustradores argentinos realizaron las formidables ilustraciones de esta colección.

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8 nov 2012

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Building Blocks Library 2




Como Building Block Library fue un gran éxito, los editores MPI y SEG nos volvieron a convocar en 2012 para realizar una segunda etapa, en la que estamos trabajando actualmente.  Para esta fase decidieron agregar libros a los niveles 1 y 2 , y sumaron un nivel 0 para los estudiantes que recién inician el aprendizaje del Inglés. Con historias divertidas, ilustraciones atractivas y un diseño cuidado, estos libros educativos tienen la ventaja que utilizan el sistema Phonics. Creado por Yoko Matsuka, fundadora de MPI, el material permite a los estudiantes distinguir sonidos, letras y palabras en Inglés de manera adecuada para estudiantes asiáticos.

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1 nov 2012

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Building Blocks Library 1


 
En 2009 comenzamos con el proyecto de la serie Building Blocks Library de readers en Inglés de MPI asociado con SEG para el mercado asiático. El último libro de la primera etapa se terminó en marzo de 2011, año en el que se incorporó el idioma inglés como segunda lengua en la educación oficial de Japón. Para el proyecto diseñamos el iso-logotipo y definimos la identidad de la colección. Luego armamos un equipo con ilustradores profesionales que realizaron atractivas ilustraciones para los 9 niveles. Fuimos responsables de la coordinación y del diseño para permitir un alto nivel de comprensión y aprendizaje para los lectores. El trabajo fue complejo y muy gratificante, dadas las diferencias culturales que tenemos con Asia. 

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18 oct 2012

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Maratón 4



 
La maratón es una prueba atlética de resistencia con categoría olímpica que consiste en correr a pie la distancia de 42,195 km. Desde 1896 forma parte del programa olímpico en la categoría masculina, y  se incorporó la categoría femenina en 1984.
 Los actuales 42,195 km de la prueba de maratón se establecieron en los Juegos Olímpicos de Londres de 1908. Las primeras maratones se desarrollaban sobre una distancia variable, entre 42.000 y 42.700 m. En Londres la carrera iba a disputarse sobre la distancia de 38 km pero, para que la Reina pudiera presenciar la prueba, se tomó la salida desde el Castillo de Windsor. Los 42.195 m que separaban el palacio real de Windsor y el estadio olímpico de White City y quedaron como distancia oficial para los Juegos Olímpicos siguientes.
  

11 oct 2012

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Maratón 3



 
El origen del mito de la maratón se remonta a los enfrentamientos entre griegos y persas, con más precisión, a la batalla de Maratón en el año 490 a.C. Se dice que el soldado Filípides fue enviado para anunciar la victoria griega, quién luego de dar la buena noticia, cayó muerto después de correr aproximadamente 40 km, la distancia que separaba a Maratón de Atenas.
En los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna celebrados en Atenas en 1896, inaugurados por el Barón Pierre de Coubertin, se incluyó esta prueba olímpica en honor a la hazaña del soldado griego.

5 oct 2012

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Maratón 2



  













 
El domingo 7 de octubre se correrá una de las competencias más esperadas del año: la Maratón de la ciudad de Buenos Aires, organizada por el Gobierno de la Ciudad, Fundación Ñandú y Claro como sponsor. En Editopia preparamos la edición especial de maratones de la guía LAP, que se repartirá con el kit de la carrera.
También diseñamos la gráfica del stand de Lap para la Exposición de la Maratón en el Centro Municipal de Exposiciones. Durante la expo se dictarán clínicas brindadas por especialista sobre temas relacionados con el running. Además se presentarán las últimas novedades tecnológicas en indumentaria y calzado. Los corredores podrán retirar su kit, remera y chip, y también personalizar su remera.

Más información: http://www.maratondebuenosaires.com/

1 oct 2012

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Maratón 1



La ciudad de Buenos Aires se prepara para recibir a corredores de todos el país y atletas internacionales, a los que se sumarán corredores amateurs, quienes participarán de la Maratón de la ciudad de Buenos Aires. Se estima superar el récord Latinoamericano de concurrencia. En la edición de 2011 participaron más de 7000 corredores y se convirtió en cifra récord en la historia de los 42 k en en Latinoamérica.
LAP promueve las buenas costumbres, para hacer de las carreras un evento agradable para todos. Estos son algunos de los códigos de etiqueta para tener en cuenta en esta multitudinaria carrera:
• Correte a un costado si alguien detrás dice “permiso” o “derecha / izquierda”.
• Dejá paso a quien intenta ir más rápido para que no haga esfuerzos adicionales.
• Si tenés que atar tus zapatillas o detenerte por cualquier razón, hacerlo a un costado del circuito de la carrera.
• Cedé el paso a los vehículos de emergencia, a los atletas en silla de ruedas y/o discapacitados.

Para ver la lista completa: www.guialap.com

27 sept 2012

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Pantonemanía 4



Si sos fanático del sistema Pantone y tenés planeado viajar a Bélgica, podés experimentar una colorida estadía en el Hotel Pantone. Está ubicado en la Avenue Louise, en el centro de Bruselas y está clasificado en la categoría de los hoteles boutique, ya que ofrece un servicio distinto al de los establecimientos tradicionales. Es una obra del arquitecto Olivier Hannaer y del diseñador de interiores Michel Penneman. Utilizando el blanco como base, en este singular hotel, cada piso tiene su propio color y cada habitación está decorada de acuerdo a esas tonalidades: el piso 1 es azul, el 2 es verde, el 3 es morado, el 4 es amarillo, el 5 es naranja, el 6 es rojo y el 7 es bronce. Desde su inauguración ha ganado varios premios al mejor diseño de hotel.

20 sept 2012

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Pantonemanía 3

La brasileña Angélica Dass armó un Pantone humano y decidió ubicar todos los tonos posibles de la piel en una paleta de colores parecida al sistema de identificación cromática utilizado en las artes gráficas.
Humanae es el nombre de la serie de retratos, debajo de cada fotografía aparece un código alfanumérico que identifica el tono dentro de la paleta oficial del sistema. El objetivo es identificar y registrar la riqueza de las tonalidades de piel existentes. Una misma persona, al estar expuesta a cambios que alteran su color, puede tener distintas tonalidades de piel a lo largo de su vida.
Humanae es un inventario cromático. Un proyecto que reflexiona sobre los colores más allá de las fronteras de nuestros códigos”.

Para ver el proyecto: http://humanae.tumblr.com/

13 sept 2012

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Pantonemanía 2



El sistema Pantone, desde su creación, ha sido una herramienta fundamental para las artes gráficas. 
La empresa fue ampliado sus horizontes y a incursionado en la moda, la decoración, la cosmética y las aplicaciones móviles, entre otros.
En la actualidad no se limita sólo a soluciones cromáticas, haciendo uso de su branding, el sistema Pantone aplica los códigos cromático y alfanumérico de su guía a una gama de objetos que fascinan a diseñadores y adictos al color.
Es así que se producen decenas de productos como tazas, platos y muebles Pantone, ropa y accesorios de moda con colores Pantone e incluso aplicaron el sistema oficial a una tarjeta de crédito. 

6 sept 2012

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Pantonemanía 1




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Pantone es un sistema de catalogación de colores basado en una paleta que sirven de referencia para obtener colores específicos por medio de la mezcla de tintas predeterminadas que proporciona el fabricante. Pantone fue fundada en 1962 por Lawrence Herbet, creando el primer sistema de identificación cromática para las artes gráficas. Cada una de las muestras está numerada y permiten recrear un color de manera exacta.
A las guías de referencia del sistema se las llama “pantoneras”. Cada rubro tiene su propia “pantonera” y están compuestas por impresiones de los colores y sus códigos correspondientes. Pantone ha hido ampliando su sistema a otros sectores que también trabajan con el color, como el diseño web, el textil, la decoración y la pintura, creando distintas gamas de colores.

30 ago 2012

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La mirada de Giacometti 4

























En su libro Mirar, el escritor inglés John Berger hace referencia a la foto de Henri Cartier-Bresson (1965) en la que retrató a Giacometti:
“Una semana después de la muerte de Giacometti, la revista Paris-Match publicó una extraordinaria fotografía que había sido tomada nueve meses antes. En ella aparece Giacometti cruzando solo, bajo la lluvia, una calle de Montparnasse cercana a su estudio. Se protege la cabeza bajo la gabardina, pero sin sacar los brazos de las mangas. Sus hombros encorvados se ocultan bajo la gabardina. El efecto inmediato que produjo esta fotografía en el momento de su publicación se debió a que mostraba la imagen de un hombre extrañamente despreocupado por su bienestar. Un hombre que llevaba unos pantalones arrugados y unos zapatos viejos, mal preparado para la publicidad, para la lluvia. Un hombre cuyas preocupaciones no tenían en cuenta el cambio de las estaciones. Pero lo que hace que esta fotografía sea extraordinaria es que sugiere mucho más sobre el carácter de Giacometti. La gabardina parece prestada. Se diría que no lleva nada debajo, salvo los pantalones. Tiene el aspecto de un superviviente, pero no en un sentido trágico. Está hecho a la situación; ‘como un monje’, diría yo, especialmente dado que la forma en que se cubre la cabeza con la gabardina sugiere una capucha frailuna. Llevaba su pobreza simbólica con mucha más naturalidad que la mayoría de los monjes.”
[extracto del ensayo Giacometti]

23 ago 2012

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La mirada de Giacometti 3


“Desde siempre la escultura, la pintura o el dibujo han sido para mí medios para comprender mi propia visión del mundo exterior, y sobre todo del rostro y del conjunto del ser humano. O, dicho de una forma más sencilla, de mis semejantes, y sobre todo de aquellos que, por un motivo u otro, están más cerca de mí.
La realidad nunca ha sido para mí un pretexto para crear obras de arte, sino el arte un medio necesario para darme un poco más cuenta de lo que veo. Por tanto, mi concepción del arte es totalmente tradicional.
Dicho esto, sé que me es completamente imposible modelar, pintar o dibujar una cabeza, por ejemplo, tal y como la veo, y sin embargo es lo único que intento hacer. Todo lo que yo pueda hacer no será sino una pálida imagen de lo que veo y mi éxito estará siempre por debajo de mi fracaso, o tal vez el éxito siempre igualará al fracaso. No sé si trabajo para hacer algo o para saber algo, porque no puedo hacer lo que quisiera.
Puede que todo esto sólo sea una manía cuyas causas ignoro o una compensación por una deficiencia en alguna parte. En todo caso, ahora me doy cuenta de que su pregunta es demasiado amplia o demasiado general para que yo pueda responderla de manera precisa. Con esta simple pregunta usted lo pone todo en tela de juicio, ¿cómo responderla?”
Alberto Giacometti, Escritos

16 ago 2012

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La mirada de Giacometti 2

























Jean-Paul Sartre: “Derriere le miroir”, 1957


“Una exposición de Giacometti es un pueblo. Esculpe unos hombres que se cruzan por una plaza sin verse; están solos sin remedio y, no obstante, están juntos; van a perderse para siempre, pero no podrían hacerlo si no se hubiesen buscado. Giacometti, cuando ha escrito sobre uno de sus grupos, ha definido su universo mejor de lo que yo podría hacerlo. Ha dicho que este universo le recordaba “una parte del bosque vista durante muchos años y cuyos árboles de troncos desnudos y esbeltos… siempre se me asemejaban a unos personajes inmovilizados en su andar y que se hablaban”. ¿Y qué puede ser, en consecuencia, esta distancia circular –que únicamente la palabra puede atravesar– sino la noción negativa, el vacío. Giacometti, irónico, desafiante, ceremonioso y tierno, ve en todas partes el vacío. No en todas partes, se podrá decir: hay objetos que se tocan. Pues precisamente Giacometti no está seguro de nada, ni de eso siquiera, pues semana tras semana, totalmente fascinado, ha visto cómo las patas de una silla no tocaban el suelo. Los puentes están rotos entre los hombres, entre las cosas; el vacío se hace presente aquí y allí: cada criatura oculta su propio vacío. Giacometti  ha llegado a ser escultor, porque tiene la obsesión del vacío. Acerca de una de sus estatuillas dice: “Soy yo, andando rápidamente en una calle envuelta por la lluvia”…
Giacometti es escultor porque lleva sobre sí su vacío a la manera que un caracol porta su caparazón, porque quiere darlo a conocer en todas sus facetas y dimensiones. Y tan pronto puede vérsele acomodado con ese destierro minúsculo que le acompaña permanentemente,  como  horrorizado ante él…
En otro lugar he intentado mostrar que Giacometti llegaba a la escultura como un pintor, puesto que daba a una figurilla de yeso el mismo tratamiento que si se tratase  del personaje de un cuadro: las estatuillas reciben una distancia imaginaria y fija. Puedo decir, a la inversa, que llega a la pintura como escultor, pues quisiera hacernos admitir como un vacío verdadero el espacio imaginario limitado por el marco…
¿Cómo pintar el vacío? Nadie, antes de Giacometti, lo ha intentado. En los últimos quinientos años, los cuadros están llenos a rebosar: todos los objetos del universo figuran en ellos. Giacometti comienza por expulsar al mundo de sus lienzos: su hermano Diego, completamente solo, en la inmensidad de un hangar: ya es bastante…
El arte de Giacometti es comparable al de un prestidigitador: sufrimos su engaño y somos sus cómplices. […] Giacometti ha comprendido hace mucho que los artistas trabajan en el dominio de lo imaginario y que nuestras creaciones son engañosas.”


9 ago 2012

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La mirada de Giacometti 1


Alberto Giacometti. Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti es la primera muestra retrospectiva en Sudamérica de la obra del gran escultor y pintor Alberto Giacometti, una de las mayores figuras del arte del siglo XX.
 En más de 140 obras, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística desde la etapa inicial hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos.
Giacometti nació en una familia suiza de artistas. Estudió pintura en la École des Beaux-Arts y escultura y dibujo en la École des Arts et Métiers de Ginebra. Luego viajó a Italia con su padre y se fascinó con las obras de Tintoretto y Giotto, el arte egipcio y el africano. Posteriormente tomó cursos de escultura en París, en la Academia de Grand Chaumiere. Allí entró en contacto con los movimientos cubistas y surrealistas, del que formó parte algunos años. Cuando regresó al arte figurativo comenzó una búsqueda de la que surgió su estilo singular y atemporal. Luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, fue cuando forjó la silueta humana que habría de identificar a su época y al existencialismo: Hombre caminando. Alberto Giacometti aseguró que nunca lograría incluir en una de sus obras toda la fuerza que había dentro de una cabeza.

19 jul 2012

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Argentina, emprendedores y libros 3

Colección Con + Arte diseñada por Editopía.
La Editorial Artemisa, con sólo 2 años de existencia en el mercado, ha tenido un crecimiento vertiginoso. Sus publicaciones se focalizan en los lectores más pequeños, aquellos que van de los 3 a los 10 años. Nos convocaron para desarrollar el diseño de una nueva colección sobre artistas famosos y sus obras pictóricas, que busca estimular la educación plástica en los niños en edad escolar. La edición fue de Oscar Armayor, los textos y las actividades de Fabiana Pavela Martin y las ilustraciones de Silvana Benaghi.

12 jul 2012

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Argentina, emprendedores y libros 2

Cubiertas diseñadas por Editopía.

 
Osvaldo Pacheco nos contactó en 2011 para trabajar junto a él en la edición de libros en formato electrónico. Con su amplia experiencia, su emprendimiento editorial Pluma Digital, ofrece las herramientas necesarias para que autores, asociaciones y empresas, puedan lograr publicaciones cuidadas acordes a las necesidades de cada proyecto, sea digital o en papel. Para el diseño de los libros cuidamos la diagramación de los textos para que el lector pueda disfrutar de una lectura fluída y eficiente.La gráfica de las cubiertas de los libros, cuando está cuidada y con un diseño inteligente, se convierte en un objeto atractivo y produce un anclaje efectivo. En el caso de las publicaciones de Jaime Maristany creamos un estilo de las tapas que funcionan como colección.

5 jul 2012

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Argentina, emprendedores y libros 1


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En nuestro país el emprendedorismo es activo y son varias las universidades y ONG's que promueven el espíritu emprendedor a partir de diferentes acciones, entre ellas, capacitación, consultoría, tutoría e incubadoras de empresas. La Argentina posee un universo de recursos humanos con gran capacidad para la creación de nuevas empresas y el desarrollo de proyectos innovadores y entre sus fortalezas se destacan los siguientes puntos:

· Existen nichos de mercado sin explotar
· La demanda es dinámica y está lista para aceptar nuevos servicios y productos innovadores
· La necesidad incentiva la creatividad y la capacidad innovadora
· El consumidor argentino es muy receptivo y dispuesto a adquirir productos innovadores
· Existe una amplia provisión de recursos naturales
· El nivel de educación promedio en Argentina es alto en comparación con el resto de Latinoamérica
· Esto genera un alto nivel de capital humano con gran potencial
· La mayoría de los managers y técnicos tienen un buen nivel de educación y muy buena predisposición a incorporar nuevas capacidades y entrenamiento
· Existe un buen nivel de educación científica y tradición en este campo, en especial en medicina y biotecnología

Cabe destacar que los nuevos empresarios se encuentran en áreas de servicio, relacionados con tecnologías de información, audiovisuales, diseño, desarrollo de contenidos, entre otras áreas. En nuestra experiencia trabajamos con el publisher Osvaldo Pacheco, entre otros, que nos confió sus productos editoriales.