Jean-Paul Sartre: “Derriere le miroir”, 1957
“Una exposición de Giacometti es un pueblo. Esculpe
unos hombres que se cruzan por una plaza sin verse; están solos sin remedio y,
no obstante, están juntos; van a perderse para siempre, pero no podrían hacerlo
si no se hubiesen buscado. Giacometti, cuando ha escrito sobre uno de sus
grupos, ha definido su universo mejor de lo que yo podría hacerlo. Ha dicho que
este universo le recordaba “una parte del bosque vista durante muchos años y
cuyos árboles de troncos desnudos y esbeltos… siempre se me asemejaban a unos
personajes inmovilizados en su andar y que se hablaban”. ¿Y qué puede ser, en
consecuencia, esta distancia circular –que únicamente la palabra puede
atravesar– sino la noción negativa, el vacío. Giacometti, irónico, desafiante,
ceremonioso y tierno, ve en todas partes el vacío. No en todas partes, se podrá
decir: hay objetos que se tocan. Pues precisamente Giacometti no está seguro de
nada, ni de eso siquiera, pues semana tras semana, totalmente fascinado, ha visto
cómo las patas de una silla no tocaban el suelo. Los puentes están rotos entre
los hombres, entre las cosas; el vacío se hace presente aquí y allí: cada
criatura oculta su propio vacío. Giacometti ha llegado a ser escultor,
porque tiene la obsesión del vacío. Acerca de una de sus estatuillas dice: “Soy
yo, andando rápidamente en una calle envuelta por la lluvia”…
Giacometti es escultor porque lleva sobre sí su
vacío a la manera que un caracol porta su caparazón, porque quiere darlo a
conocer en todas sus facetas y dimensiones. Y tan pronto puede vérsele
acomodado con ese destierro minúsculo que le acompaña permanentemente,
como horrorizado ante él…
En otro lugar he intentado mostrar que Giacometti
llegaba a la escultura como un pintor, puesto que daba a una figurilla de yeso
el mismo tratamiento que si se tratase del personaje de un cuadro: las
estatuillas reciben una distancia imaginaria y fija. Puedo decir, a la inversa,
que llega a la pintura como escultor, pues quisiera hacernos admitir como un vacío
verdadero el espacio imaginario limitado por el marco…
¿Cómo pintar el vacío? Nadie, antes de Giacometti,
lo ha intentado. En los últimos quinientos años, los cuadros están llenos a
rebosar: todos los objetos del universo figuran en ellos. Giacometti comienza
por expulsar al mundo de sus lienzos: su hermano Diego, completamente solo, en
la inmensidad de un hangar: ya es bastante…
El arte de Giacometti es comparable al de un
prestidigitador: sufrimos su engaño y somos sus cómplices. […] Giacometti ha comprendido
hace mucho que los artistas trabajan en el dominio de lo imaginario y que
nuestras creaciones son engañosas.”
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