Otra
lectura recomendable para hacer con los pies sobre la arena es Robinson Crusoe. Este
libro de Daniel Defoe que se ha convirtiendo en un clásico con el paso del
tiempo lo hemos leído todos pero ¿hace cuánto? Poco hay que decir que cualquier
lector no sepa: como novela de aventuras por excelencia es una epopeya sobre la
supervivencia y un canto a la superación personal. Publicada en 1719, la novela
es un alegato a favor de las potencialidades del ser humano: su afán de
superación y su necesidad de hermanamiento con sus semejantes. El libro
sorprende por su modernidad, que todavía proporciona horas de disfrute, y se consigue gratis online. Aquí un
fragmento:
“[...] Caminé
por la playa con las manos en alto y totalmente absorto en la contemplación de
mi salvación, haciendo gestos y movimientos que no puedo describir, pensando en
mis compañeros que se habían ahogado; no se salvó ni un alma, salvo yo, pues
nunca más volví a verlos, ni hallé rastro de ellos, a excepción de tres de sus
sombreros, una gorra y dos zapatos de distinto par.
Miré hacia la embarcación encallada, que casi no podía ver por la
altura de la marea y la espuma de las olas y, al verla tan lejos, pensé:
«¡Señor!, ¿cómo pude llegar a la orilla?
Después de consolarme un poco, con lo poco que
tenía para consolarme en mi situación, empecé a mirar a mi alrededor para ver
en qué clase de sitio me encontraba y qué debía hacer. Muy pronto, la sensación
de alivio se desvaneció y comprendí que me había salvado para mi mal, pues estaba
empapado y no tenía ropas para cambiarme, no tenía nada que comer o beber para
reponerme, ni tenía alternativa que no fuese morir de hambre o devorado por las
bestias salvajes. Peor aún, tampoco tenía ningún arma para cazar o matar algún
animal para mi sustento, ni para defenderme de cualquier criatura que quisiera
matarme para el suyo. En suma, no tenía nada más que un cuchillo, una pipa y un
poco de tabaco en una caja. Estas eran mis únicas provisiones y, al
comprobarlo, sentí tal tribulación, que durante un rato no hice otra cosa que
correr de un lado a otro como un loco. Al acercarse la noche, empecé a
angustiarme por lo que sería de mí si en esa tierra había bestias hambrientas,
sabiendo que durante la noche suelen salir en busca de presas. [...]”
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