31 ene 2013

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Lectura frente al mar 3


Otra lectura recomendable para hacer con los pies sobre la arena es Robinson Crusoe. Este libro de Daniel Defoe que se ha convirtiendo en un clásico con el paso del tiempo lo hemos leído todos pero ¿hace cuánto? Poco hay que decir que cualquier lector no sepa: como novela de aventuras por excelencia es una epopeya sobre la supervivencia y un canto a la superación personal. Publicada en 1719, la novela es un alegato a favor de las potencialidades del ser humano: su afán de superación y su necesidad de hermanamiento con sus semejantes. El libro sorprende por su modernidad, que todavía proporciona horas de disfrute, y se consigue gratis online. Aquí un fragmento:

 “[...] Caminé por la playa con las manos en alto y totalmente absorto en la contemplación de mi salvación, haciendo gestos y movimientos que no puedo describir, pensando en mis compañeros que se habían ahogado; no se salvó ni un alma, salvo yo, pues nunca más volví a verlos, ni hallé rastro de ellos, a excepción de tres de sus sombreros, una gorra y dos zapatos de distinto par.

Miré hacia la embarcación encallada, que casi no podía ver por la altura de la marea y la espuma de las olas y, al verla tan lejos, pensé: «¡Señor!, ¿cómo pude llegar a la orilla? 
Después de consolarme un poco, con lo poco que tenía para consolarme en mi situación, empecé a mirar a mi alrededor para ver en qué clase de sitio me encontraba y qué debía hacer. Muy pronto, la sensación de alivio se desvaneció y comprendí que me había salvado para mi mal, pues estaba empapado y no tenía ropas para cambiarme, no tenía nada que comer o beber para reponerme, ni tenía alternativa que no fuese morir de hambre o devorado por las bestias salvajes. Peor aún, tampoco tenía ningún arma para cazar o matar algún animal para mi sustento, ni para defenderme de cualquier criatura que quisiera matarme para el suyo. En suma, no tenía nada más que un cuchillo, una pipa y un poco de tabaco en una caja. Estas eran mis únicas provisiones y, al comprobarlo, sentí tal tribulación, que durante un rato no hice otra cosa que correr de un lado a otro como un loco. Al acercarse la noche, empecé a angustiarme por lo que sería de mí si en esa tierra había bestias hambrientas, sabiendo que durante la noche suelen salir en busca de presas. [...]”
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