30 ago 2012

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La mirada de Giacometti 4

























En su libro Mirar, el escritor inglés John Berger hace referencia a la foto de Henri Cartier-Bresson (1965) en la que retrató a Giacometti:
“Una semana después de la muerte de Giacometti, la revista Paris-Match publicó una extraordinaria fotografía que había sido tomada nueve meses antes. En ella aparece Giacometti cruzando solo, bajo la lluvia, una calle de Montparnasse cercana a su estudio. Se protege la cabeza bajo la gabardina, pero sin sacar los brazos de las mangas. Sus hombros encorvados se ocultan bajo la gabardina. El efecto inmediato que produjo esta fotografía en el momento de su publicación se debió a que mostraba la imagen de un hombre extrañamente despreocupado por su bienestar. Un hombre que llevaba unos pantalones arrugados y unos zapatos viejos, mal preparado para la publicidad, para la lluvia. Un hombre cuyas preocupaciones no tenían en cuenta el cambio de las estaciones. Pero lo que hace que esta fotografía sea extraordinaria es que sugiere mucho más sobre el carácter de Giacometti. La gabardina parece prestada. Se diría que no lleva nada debajo, salvo los pantalones. Tiene el aspecto de un superviviente, pero no en un sentido trágico. Está hecho a la situación; ‘como un monje’, diría yo, especialmente dado que la forma en que se cubre la cabeza con la gabardina sugiere una capucha frailuna. Llevaba su pobreza simbólica con mucha más naturalidad que la mayoría de los monjes.”
[extracto del ensayo Giacometti]

23 ago 2012

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La mirada de Giacometti 3


“Desde siempre la escultura, la pintura o el dibujo han sido para mí medios para comprender mi propia visión del mundo exterior, y sobre todo del rostro y del conjunto del ser humano. O, dicho de una forma más sencilla, de mis semejantes, y sobre todo de aquellos que, por un motivo u otro, están más cerca de mí.
La realidad nunca ha sido para mí un pretexto para crear obras de arte, sino el arte un medio necesario para darme un poco más cuenta de lo que veo. Por tanto, mi concepción del arte es totalmente tradicional.
Dicho esto, sé que me es completamente imposible modelar, pintar o dibujar una cabeza, por ejemplo, tal y como la veo, y sin embargo es lo único que intento hacer. Todo lo que yo pueda hacer no será sino una pálida imagen de lo que veo y mi éxito estará siempre por debajo de mi fracaso, o tal vez el éxito siempre igualará al fracaso. No sé si trabajo para hacer algo o para saber algo, porque no puedo hacer lo que quisiera.
Puede que todo esto sólo sea una manía cuyas causas ignoro o una compensación por una deficiencia en alguna parte. En todo caso, ahora me doy cuenta de que su pregunta es demasiado amplia o demasiado general para que yo pueda responderla de manera precisa. Con esta simple pregunta usted lo pone todo en tela de juicio, ¿cómo responderla?”
Alberto Giacometti, Escritos

16 ago 2012

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La mirada de Giacometti 2

























Jean-Paul Sartre: “Derriere le miroir”, 1957


“Una exposición de Giacometti es un pueblo. Esculpe unos hombres que se cruzan por una plaza sin verse; están solos sin remedio y, no obstante, están juntos; van a perderse para siempre, pero no podrían hacerlo si no se hubiesen buscado. Giacometti, cuando ha escrito sobre uno de sus grupos, ha definido su universo mejor de lo que yo podría hacerlo. Ha dicho que este universo le recordaba “una parte del bosque vista durante muchos años y cuyos árboles de troncos desnudos y esbeltos… siempre se me asemejaban a unos personajes inmovilizados en su andar y que se hablaban”. ¿Y qué puede ser, en consecuencia, esta distancia circular –que únicamente la palabra puede atravesar– sino la noción negativa, el vacío. Giacometti, irónico, desafiante, ceremonioso y tierno, ve en todas partes el vacío. No en todas partes, se podrá decir: hay objetos que se tocan. Pues precisamente Giacometti no está seguro de nada, ni de eso siquiera, pues semana tras semana, totalmente fascinado, ha visto cómo las patas de una silla no tocaban el suelo. Los puentes están rotos entre los hombres, entre las cosas; el vacío se hace presente aquí y allí: cada criatura oculta su propio vacío. Giacometti  ha llegado a ser escultor, porque tiene la obsesión del vacío. Acerca de una de sus estatuillas dice: “Soy yo, andando rápidamente en una calle envuelta por la lluvia”…
Giacometti es escultor porque lleva sobre sí su vacío a la manera que un caracol porta su caparazón, porque quiere darlo a conocer en todas sus facetas y dimensiones. Y tan pronto puede vérsele acomodado con ese destierro minúsculo que le acompaña permanentemente,  como  horrorizado ante él…
En otro lugar he intentado mostrar que Giacometti llegaba a la escultura como un pintor, puesto que daba a una figurilla de yeso el mismo tratamiento que si se tratase  del personaje de un cuadro: las estatuillas reciben una distancia imaginaria y fija. Puedo decir, a la inversa, que llega a la pintura como escultor, pues quisiera hacernos admitir como un vacío verdadero el espacio imaginario limitado por el marco…
¿Cómo pintar el vacío? Nadie, antes de Giacometti, lo ha intentado. En los últimos quinientos años, los cuadros están llenos a rebosar: todos los objetos del universo figuran en ellos. Giacometti comienza por expulsar al mundo de sus lienzos: su hermano Diego, completamente solo, en la inmensidad de un hangar: ya es bastante…
El arte de Giacometti es comparable al de un prestidigitador: sufrimos su engaño y somos sus cómplices. […] Giacometti ha comprendido hace mucho que los artistas trabajan en el dominio de lo imaginario y que nuestras creaciones son engañosas.”


9 ago 2012

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La mirada de Giacometti 1


Alberto Giacometti. Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti es la primera muestra retrospectiva en Sudamérica de la obra del gran escultor y pintor Alberto Giacometti, una de las mayores figuras del arte del siglo XX.
 En más de 140 obras, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística desde la etapa inicial hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos.
Giacometti nació en una familia suiza de artistas. Estudió pintura en la École des Beaux-Arts y escultura y dibujo en la École des Arts et Métiers de Ginebra. Luego viajó a Italia con su padre y se fascinó con las obras de Tintoretto y Giotto, el arte egipcio y el africano. Posteriormente tomó cursos de escultura en París, en la Academia de Grand Chaumiere. Allí entró en contacto con los movimientos cubistas y surrealistas, del que formó parte algunos años. Cuando regresó al arte figurativo comenzó una búsqueda de la que surgió su estilo singular y atemporal. Luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, fue cuando forjó la silueta humana que habría de identificar a su época y al existencialismo: Hombre caminando. Alberto Giacometti aseguró que nunca lograría incluir en una de sus obras toda la fuerza que había dentro de una cabeza.