29 ago 2011

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vino






















¿Mies sin columnas? Alberto Campo Baeza
En aquel sofocante verano de Berlín de 1922 Mies Van der Rohe estaba sentado frente a su mesa, en la que sólo había tres piezas: un vaso precioso lleno de vino blanco, una botella de Riesling y un vaso Savoy transparente.
El vaso precioso medio lleno era un diseño de Adolf Loos. Mies, tras leer un agudo texto de Quetglas en Circo, se decidió a comprar una docena de piezas y estaba encantado. Y cada vez que lo cogía entre sus manos sentía el cosquilleo de las estrías en el cristal tan bien descrito en su texto por el arquitecto catalán.
La botella abierta era de un Weingut Barzen Riesling Auslese Hlabtrocken de 1920. El mejor rubio producido por Barzen. El vino preferido de Mies. Sublime.
El vaso Savoy era considerado por algunos la mejor pieza de Alvar Aalto. El maestro finlandés confesaba que se había inspirado en la vuelta de los pantalones de cuero de las mujeres esquimales. Tengo un ejemplar ante mi cuando escribo esto y debo confesar que sigue fascinándome.
Mies acababa de perder el concurso para la torre de la Friedrichstrasse (colmena), un maravilloso proyecto en cristal que nunca repetiría...
Glass tumble service, Adolf Loos, 1929


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