¿Mies sin columnas? Alberto Campo Baeza
En aquel sofocante verano de
Berlín de 1922 Mies Van der Rohe estaba sentado frente a su mesa, en la que sólo
había tres piezas: un vaso precioso lleno de vino blanco, una botella de
Riesling y un vaso Savoy transparente.
El vaso precioso medio lleno era
un diseño de Adolf Loos. Mies, tras leer un agudo texto de Quetglas en Circo,
se decidió a comprar una docena de piezas y estaba encantado. Y cada vez que lo
cogía entre sus manos sentía el cosquilleo de las estrías en el cristal tan
bien descrito en su texto por el arquitecto catalán.
La botella abierta era de un
Weingut Barzen Riesling Auslese Hlabtrocken de 1920. El mejor rubio producido
por Barzen. El vino preferido de Mies. Sublime.
El vaso Savoy era considerado por
algunos la mejor pieza de Alvar Aalto. El maestro finlandés confesaba que se
había inspirado en la vuelta de los pantalones de cuero de las mujeres
esquimales. Tengo un ejemplar ante mi cuando escribo esto y debo confesar que sigue fascinándome.
Mies acababa de perder el
concurso para la torre de la Friedrichstrasse (colmena), un maravilloso
proyecto en cristal que nunca repetiría...
Glass tumble service, Adolf Loos, 1929
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