Etimología de las pasiones,
Ivonne Bordelois, 2006 (fragmento)
Felicidad
Aun cuando no se alista como tal en el inventario canónico de las pasiones, la felicidad participa de la intensidad, el desborde y el éxtasis que caracteriza a muchas de ellas. La búsqueda de la felicidad está inscripta en la Constitución estadounidense como un derecho inalienable, y los costos de esta búsqueda sin duda apasionada han sido suficientemente asoladores para el resto del planeta como para prescindir de esta palabra en nuestras investigaciones. Ascender por caminos etimológicos al origen del término felicidad depara no pocas sorpresas. Los estudios al respecto están de acuerdo unánimente en que la palabra proviene de una raíz *dhe(i), chupar, amamantar. En griego encontramos thao, chupar, ordeñar y también thea, diosa (¿acaso diosa madre, madre naturaleza?). Esta raíz se expande por todo el territorio indoeuropeo, desde el irlandés hasta el sánscrito, y guarda siempre el sentido de chupar, apareciendo en vocablos que designan al cordero, la sanguijuela o al ternero en distintas lenguas.
De la misma raíz *dhe(i) en su forma reducida dhe- proviene en griego thele: pezón. Tetaes un derivado de thele, quizás, como el caso de mama, nos encontramos aquí con otra instancia de reduplicación infantil. En hebreo, uno de los nombres para seno, teta, es dad, donde también se observa una reduplicación. *Dhe(i) en sus formas reducidas evoluciona fonéticamente como fe-, y encontramos esta raíz en el latín femina, al que corresponden nuestros femenino, feminismo (que son cultismos) y hembra, que ha seguido la evolución fonética popular, con la caída de la f- inicial y la secuencia m- vocal acentuada-nresolviéndose como mbr, al igual que hominem > hombre. También se relacionan con *dhe(i) fertilidad y fecundidad. La hembra, proviene de femina (italiano femina, francés femme), es biológica y etimológicamente, la que amamanta o da la teta, el pezón. Según Ernout y Meillet, San Isidro de Sevilla dice en sus etimologías que femina es nombre que conviene a lo natural, es decir, se aplica a los animales (agnus femina quiere decir cordera), mientras mulier (antecedente de mujer) corresponde a lo genérico humano.
Lo feliz proviene de felix, un adjetivo latino también emparentado con la raíz *dhe(i) en una forma reducida, que nos remite directamente a la experiencia del amamantamiento. Según Zimmerman, de esta experiencia proviene el sentido de mostrar placer, estar satisfecho, que tomó después: es decir que el niño amamantado y apaciguado por la leche materna sería el modelo mismo de la felicidad. Más adelante veremos que lo feliz abarca no sólo al niño amamantado sino a la madre amamantante, y ésta en realidad en primer término. Felix significa en primer término el que produce frutos, fecundo, fértil. Plinio dice que el vulgo llama infelices a los árboles que no dan fruto. También quiere decir favorecido por los dioses, feliz. La felicidad se mide entonces, según este recorrido semántico, por la capacidad del cuerpo materno de darse a sí mismo, creando la unión efectiva y nutricia única del amamantar y el mamar. La fertilidad que de aquí se deriva es la del crecer y el hacer crecer.
Cabe ahora preguntar de dónde proviene pezón, y la respuesta la ofrece el latín con pes,pedis, que significa pie y que luego, a través de un diminutivo, nos dará pecíolo, es decir, la ramita, el sostén o pequeño pie que sostiene la hoja, la inflorescencia o el fruto en las plantas. El pezón, nos dicen los diccionarios sin rodeos, es la parte central, eréctil y más prominente de los pechos o las tetas, por donde los hijos chupan la leche. Lo que se pierde, eufemísticamente, en la conexión con el amamantamiento, se gana acaso en la gracia de la metáfora vegetal. Existe también, con el mismo significado, tetilla. El inglés teat, el holandés tepel y el francés tetón conservan también, a través de su consonante inicial, la memoria del *dhe materno.
Un eufemismo menos logrado es seno en lugar de teta o mama. La definición del DRAE no deja de ser curiosa: “Concavidad o hueco que forma una cosa encorvada; pecho, mama de la mujer. Figurativamente, regazo, lo que recibe en sí a algo o a alguien, dándole amparo, protección, consuelo, etc.”. También se lo define como matriz de la mujer y de las hembras de los mamíferos.
En cuanto al adjetivo latino fecundus>fecundo, proviene de la misma raíz, se dice de la tierra, las semillas y de las hembras. La función nutricia, como vemos, no es privativa del pezón materno y se expande metafóricamente hacia otras áreas de la vida; pero el modelo arquetípico es la teta o el pezón. Aquí como en muchas otras ocasiones, es el cuerpo humano el que sirve de apoyo primordial a la expansión léxica en otros niveles de la realidad.
La raíz *dhe(i) se revela también en fel-latio. En términos del lenguaje y de la etimología resulta evidente, por lo tanto, que la primera felación es la del pezón. La succión láctea que realiza el infante se traslada más tarde, en el encuentro sexual, a las zonas genitales. Como ya lo hemos notado, no es un azar, por cierto, el hecho de que coloquialmente, entre nosotros, se llame leche al esperma; lo contrario –llamar esperma a la leche– sería por lo menos insólito. Además, se asocia la raíz con fe-to y con hijo, que es fil-ius en latín, fil-s en francés y fi-glio en italiano. El hijo, en efecto, es quien posee el pezón o cuelga de él. Las palabras mismas parecen estar diciéndonos, entonces, que hay una relación directa con el placer y la fecundidad. Fémur (en latín femur, muslo) parece estar relacionado con la misma raíz –al menos en etimología popular, según San Isidoro de Sevilla, una fuente pintoresca pero poco fiable en muchos sentidos– porque el muslo es una parte del cuerpo donde varones y mujeres difieren en particular.
Según Benveniste, los romanos ignoraban la relación entre felix y fellatio –del mismo modo que hoy no sospechamos los vínculos que existen entre felación, felicidad y el antiguo nombre del pezón materno–.El idioma revela y vela: la felicidad mutua de madre y niño en el ritual del amamantamiento era y es, acaso, una noción y una experiencia demasiado difícil de incorporar en la trama patriarcal del lenguaje, desde los romanos hasta nosotros. Por el contrario, la cultura matriarcal, la de los primeros creadores del indoeuropeo, no sintió necesidad de reprimir esas asociaciones, ni tuvo ningún reparo en exponerlas. Prueba de que el inconsciente y sus represiones tienen su historia: sería el momento de reconocer el mérito de Freud al desenterrar el inconsciente colectivo, como también lo hizo Jung a su manera. Cabe prolongar esta tarea con la excavación del inconsciente del lenguaje, esa selva de símbolos que atravesamos sin atinar a descifrar del todo lo que decimos. De ese olvido proviene el borramiento del sentido más profundo y removedor de la felicidad: ocultamiento que podemos interpretar como un síntoma evidente del dramatismo del triángulo edípico y la profundidad del tabú que éste origina.
Una notable consecuencia del estrabismo al que conduce una lectura exclusivamente patriarcal del amamantamiento la encontramos en el diccionario etimológico de Ernout y Meillet, donde titillare (que proviene de titta, pezón) significa según ellos la acción por la cual la madre cosquillea con su pezón los labios del niño para invitarlo a mamar. La idea de que el cosquilleo se transmite ante todo de los labios del niño al pezón de la madre en el acto de amamantar, no irrumpe de ningún modo desde la severa y vigilante mirada que niega semejante interacción, afrenta máxima al antiguo honor de Layo.
No hay ninguna duda, lingüísticamente hablando, de que a través de su capacidad de amamantamiento las mujeres se vinculan con la felicidad, así como con el reino del amor. Como conclusión, diríamos que el lenguaje, insospechadamente, trata mejor a las mujeres que la cultura o la historia, o bien, alternativamente, que a pesar de un pesado pasado, preserva todavía raíces de un matriarcalismo que asigna formidables poderes vitales al “sexo débil”.
Happiness, Marc Chagall, 1969
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