7 nov 2013

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color 1


Heavy-CirclesWassily Kandinsky, 1927.
Las Cosmicómicas, Italo Calvino, 1965
Sin colores
Antes de que se formaran la atmósfera y los océanos, la Tierra debía tener el aspecto de una pelota gris rodando en el espacio. Como ahora la Luna: allí donde los rayos ultravioletas irradiados por el Sol llegan sin filtrarse, los colores quedan destruidos; por eso las rocas de la superficie lunar, en vez de ser coloreadas como las terrestres, son de un gris muerto y uniforme. Si la Tierra muestra un rostro multicolor es gracias a la atmósfera que filtra esa luz mortífera.
Un poco monótono confirmó Qfwfq- pero sedante. Recorría millas y millas a toda velocidad como cuando no hay aire de por medio, y no veía más que gris sobre gris. Ningún contraste neto: el blanco verdaderamente blanco, si lo había, estaba en el centro del Sol y no era posible siquiera acercársele con la mirada; negro verdaderamente negro, no había ni siquiera la oscuridad de la noche, dada la gran cantidad de estrellas siempre a la vista. Se me abrían horizontes no interrumpidos por cadenas montañosas que apenas acertaban a despuntar, grises en torno a grises llanuras de piedra; y por más que atravesara continentes y continentes, no llegaba nunca a una orilla, porque océanos y lagos y ríos yacían quién sabe dónde bajo tierra.
Los encuentros en aquellos tiempos escaseaban: ¡éramos tan pocos! Con los ultravioletas, para poder resistir no había que tener demasiadas pretensiones. La falta de atmósfera sobre todo se hacía sentir de muchas maneras; vean por ejemplo los meteoros: granizaban desde todos los puntos del espacio, porque faltaba la estratosfera en la que golpean ahora como en un techo, desintegrándose. Además, el silencio: ¡Inútil gritar! Sin aire que vibrara, éramos todos mudos y sordos. ¿Y la temperatura? No había nada alrededor que conservase el calor del Sol; y al caer la noche, hacía un frío de quedarse duro. Afortunadamente, la corteza terresere se calentaba desde abajo, con todos aquellos minerales fundidos que iban comprimiéndose en las entrañas del planeta; las noches eran cortas (como los días: la Tierra giraba más velozmente sobre sí misma); yo dormía abrazado a una roca caliente, caliente; el frío seco, alrededor, daba gusto. En una palabra, en cuanto a clima, para ser sincero, yo personalmente no me encontraba demasiado mal.


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