Planta de la biblioteca de El nombre de la rosa, Umberto Eco. |
Espacio onírico
Las bibliotecas que imaginaron Jorge Luis Borges y Umberto
Eco son similares en algunos aspectos y diferentes en otros. Ambas son
laberintos que representan el universo. En las dos la historia se refiere a la
búsqueda de un libro en los estantes de esas bibliotecas, que contiene a todos
los libros en el caso de Borges, y un libro de Aristóteles en el caso de Eco.
La atracción de estos espacios literarios reside en su identidad laberíntica y misteriosa, en el influjo de los lugares místicos que ocultan un tesoro al que se accede a través de tortuosos recorridos.
El diseño físico de ambas bibliotecas manifiestan sus características esenciales. La de Borges tiene un numero infinito de habitaciones hexagonales, en las que el orden compulsivo lleva al caos absoluto, ya que son las dos caras de la misma moneda. En la de Eco cincuenta y seis ambientes, de las que cuatro son heptagonales y el resto casi cuadradas.
Para analizar ambas es necesario recurrir a las matemáticas, ya que sin matemática no se puede construir laberintos. En ambos casos se analiza la estructura de las bibliotecas para comprender el universo en Borges, y la estructura exterior para comprender la estructura interior de la biblioteca en Eco.
La forma arquitectónica se superpone a la trama y sus confusiones. Del mismo modo el laberinto críptico, el descubrimiento de los misteriosos asesinatos conduce a direcciones equivocadas y callejones sin salida. Guillermo de Baskerville admite haber encontrado la manera derecha solamente por desvíos y por casualidad. Él descubre la respuesta al acertijo asumiendo una coherencia inexistente entre la profecía de Juan y los asesinatos. Por lo tanto, Guillermo es la personificación de una vista en forma de rizoma del mundo. No hay caminos equivocados ni correctos. Sin embargo, cada camino conduce a la respuesta. La segunda disposición del laberinto es el manierista, que tiene una estructura tipo árbol con muchas ramas y raíces con una sola salida. Se retrata en el comportamiento de Adso, y de manera similar a la historia del hilo de Ariadna, el personaje logra encontrar su salida a través de un principio de ensayo y error. Jorge de Burgos, el bibliotecario anciano y ciego, se refiere al tercer tipo de laberintos: el griego clásico, no permite que nadie se pierda porque se entra, se llega al centro y de allí a la salida. Por un lado, el cosmos de la biblioteca coincide con la percepción de Jorge de un mundo autónomo y, por otra parte, él mismo representa al Minotauro, que se encuantra en el centro de la biblioteca: la sala secreta Finis Africae, donde espera a los intrusos.